Un escalofrío le recorrió la espalda. Se escondió rápidamente bajo las mantas, solo para descubrir con horror que llevaba puesta una bata de seda… ¡y nada más! Pálida como una hoja, alzó la vista hacia Marcus con los ojos desorbitados.
—¿Te hice… propuestas sexuales? —preguntó con voz temblorosa.
Al pronunciar aquellas palabras, el terror se apoderó de ella. ¿Había insinuado algo inapropiado al temido y frío director ejecutivo del Grupo Maxwell? ¡Al demonio viviente Marcus Maxwell! ¿La haría pedazos por atreverse?
—¿Hmm? —murmuró Marcus, abriendo los ojos con pereza.
Había pasado la noche en vela cuidándola. Solo logró dormir unos minutos cuando los médicos confirmaron que su estado se había estabilizado. No se atrevió a alejarse por temor a una recaída, así que se recostó a su lado, con la intención de vigilarla de cerca.
Al escuchar su pregunta, Marcus asintió con solemnidad, ocultando el cansancio en sus ojos y dejando caer una bomba con total naturalidad:
—Ya te he entregado mi cu