Pero al reflexionar sobre ello, Rubí sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Ella y Marcus habían sido negligentes, demasiado confiados. Solo de pensar en lo que pudo haber ocurrido, un dolor punzante le atravesó el pecho; si algo le hubiese pasado a Dylan, jamás habrían podido reconciliarse con ellos mismos.
El objetivo de Melisa estaba claro. Sin embargo, Dylan era apenas un niño, tan joven e inocente… ¿cómo podía ser ella tan cruel?
Dylan asintió con cautela, mirándola a los ojos mientras decía:
—No recuerdo nada después de que me empujaron. Cuando estaba aturdido, escuché a alguien susurrarme al oído que… si lo contaba, nunca más podría volver a ver a mi mami en toda mi vida.
Rubí apretó los puños con fuerza. La furia le recorrió las venas como fuego. Melisa… incluso tuviste las agallas de llegar tan lejos. No podía dejar que se saliera con la suya.
—Dylan, eso nunca pasará. Si los malos te lastiman, no puedes quedarte callado. Debes ser lo suficientemente valiente para hablar