Rubí negó con la cabeza y dijo:
—No me sirve de mucho. Es solo un análisis de sangre, no tiene nada que ver con el tratamiento de la enfermedad de mi padre.
Tara asintió y estuvo a punto de dejar el informe sobre la mesa, cuando de pronto recordó algo y preguntó con desconcierto:
—Eh, Rubí, ¿tienes sangre tipo A?
—Sí, ¿qué pasa? —respondió ella, sin darle importancia.
Tara se encogió de hombros y rió con ligereza:
—Nada, solo que tu tipo de sangre es distinto al nuestro. No me extraña que seas mucho más bonita que Dan.
—¿Eh? —El comentario despreocupado de Tara dejó a Rubí helada. Tardó unos segundos en reaccionar antes de preguntar con voz temblorosa—: ¿Cuál es tu tipo de sangre y el de papá?
Un mal presentimiento le oprimía el pecho. Recordó la expresión extraña de Dan cuando vio los resultados y la sensación de inquietud regresó con más fuerza.
—Yo soy tipo O, tu padre es tipo B, y Dan igual que yo —respondió Tara, sin sospechar el impacto que esas palabras tendrían. Para ella, el