Alexander y Valeria descendieron al elegante restaurante del resort. Se ubicaron en una mesa con vistas discretas y esperaron. El lugar era sofisticado, lleno de conversaciones y el tintineo de cubiertos y copas. Justo cuando una figura se presentó frente a ellos, lista para tomar la orden, de pronto todo se volvió incómodo. El mesero no era ni más ni menos que Ricardo, el exnovio de Valeria.
El hombre estaba allí, delgado y de cabello oscuro, saludando con la formalidad del oficio.
—Bienvenidos. ¿En qué puedo ayudarlos?—Su voz era profesional, hasta que se detuvo en seco. Sus ojos se posaron primero en Alexander y luego en Valeria. Ricardo, como un idiota, un imbécil y, sobre todo, un cobarde, se quedó paralizado, temblando visiblemente.
Valeria hizo contacto visual con el pelinegro. Se sintió aturdida por la casualidad del encuentro. Mientras tanto, Alexander ya lo estaba asesinando con la mirada. La sonrisa sardónica de Alexander no se hizo esperar. Miró a Ricardo con intensida