—Seguramente ha venido a pedirme que no diga nada sobre el trato, ¿no es así?—interrumpió Dina con rapidez, sin darle tiempo a Adam a continuar—. Seguro que ya sabe sobre el acuerdo que Alexander y yo hicimos antes de casarnos. Entonces, ha venido a suplicar que no hable sobre eso. ¿O me equivoco?
Adam, al otro lado del cristal, se quedó sorprendido por la velocidad con la que ella había conjeturado todo. La conclusión era, de hecho, correcta. El hombre asintió con la cabeza, sus hombros cayendo.
—Sí, así es, Dina. Quiero pedirte que no lo reveles al mundo. Que no le digas a nadie sobre eso. Quiero que entierres por completo ese trato, como si no hubiera existido. ¿Podrías hacer eso?
Dina quiso soltar una carcajada, una risa áspera y burlona. ¡Qué iluso era este hombre!
—Me sorprende que, con los años que tiene y la experiencia, y —hizo una pausa sarcástica—, probablemente sabiduría, todavía tenga la ilusión de que yo no voy a contar nada—expresó Dina, con una frialdad cortant