En ese momento, el teléfono de Alexander sonó sobre la mesita de noche. Era un mensaje de su amigo Leo.
"No me dijiste que ibas a Italia. ¿Cómo ha estado el viaje? ¿Cuándo regresas? Deberíamos tomarnos unas copas cuando vengas, y recuerda que tienes algo pendiente conmigo sobre el proyecto".
Alexander tecleó una respuesta rápida y luego dejó el teléfono. De nuevo, como un rayo, miró la hora, dándose cuenta de que se estaba haciendo tarde para lo que tenía planeado hacer ese día. Como Valeria estaba ocupando el baño, decidió usar el baño principal de la villa.
Valeria se tomó su tiempo, jabonando cada parte de su cuerpo. La lentitud con la que hacía las cosas era un intento consciente de borrar de su mente el recuerdo de ese beso y el contacto físico de Alexander. Pero el recordatorio estaba cerca; el anillo brillaba en su dedo anular, y el colgante adornaba su cuello.
—Una pareja de verdad… —susurró para sí misma—. Un anillo no convierte la mentira en una verdad.
Hizo un puchero, p