Alexander se mantuvo en silencio durante unos instantes, ella seguía con sus ojos puestos sobre él, atenta. Luego, miró a Valeria.
—Iremos a la propiedad de Bruno Bianchi. Es un conocido, fuimos juntos a la universidad.
—¿Y por qué te ha invitado de repente? —siguió, sin disimular su curiosidad.
La incomodidad de Alexander era demasiado evidente.
Alexander tamborileó los dedos sobre el volante.
—Digamos que solo es cortesía. Cuando un hombre como Bruno se entera de que estás en el país, lo usual es que ofrezca una "cálida bienvenida" —explicó, un poco irónico —. No quiero hacerle un desaire, así que por eso iremos.
—Pero no parecía agradarte la llamada —señaló Valeria, volviéndose completamente hacia él.
Alexander suspiró.
—No es mi persona favorita. Bruno es… intenso. Y ya deja de hacer preguntas.
Valeria bufó.
—Necesito que te comportes como la señora Baskerville. Sonríe, ríe, toma mi mano. Simplemente sé convincente, como si esto fuera real.
El auto giró, tomando una carretera