Valeria abrió los ojos esta mañana sintiéndose aturdida. Tuvo que sostenerse la cabeza con las manos por unos minutos, le dolía, tal vez como consecuencia de haber llorado demasiado durante la noche. Había sido horrible; tomar una decisión como esa no era nada fácil para ella.
En todo caso, se dirigió a la mesa junto a sus padres biológicos.
—Buenos días—saludó. Ambos correspondieron al saludo.
—¿Cómo has dormido?—inquirió Alejandro.
—¿Has podido descansar bien, Valeria?—cuestionó Diana, con preocupación.
Valeria admitió, con honestidad.
—Realmente no pude descansar placenteramente. Tenía demasiadas cosas en mente.
Su padre se aclaró la garganta y volvió a llamarla.
—Valeria, te vuelvo a recordar que no te tienes que sentir presionada por tomar una decisión en este momento—le dijo, con dulzura—. Puedes hacerlo después, pero piensa siempre en esos bebés, en lo que realmente tú mereces. Nosotros estamos muy preocupados por ti y queremos lo mejor.
Ella asintió con la cabeza, con