Diana dirigió una mirada de pánico hacia su esposo.
—¿Qué está pasando, cariño? —inquirió Alejandro.
—Lo que está pasando, Alejandro, es que en este momento Valeria está afuera. ¡Ella está aquí! Alejandro, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Diana, angustiada.
Alejandro se llevó las manos a la cara, sin saber cómo reaccionar.
—¿Estás hablando en serio, cariño? ¡No lo puedo creer!
Diana volvió a insistir, la urgencia marcando su voz.
—Alejandro, ¿será buena idea dejarla pasar? Ya no sé qué hacer. Ella ha venido. ¿Deberíamos avisarle a Alexander?
Alejandro negó con la cabeza de inmediato.
—No vayamos a hacer eso. No hagas eso, cariño. No llames a Alexander. Siento que deberíamos primero escucharla. Tenemos tantas cosas de qué hablar con ella. Si le decimos a Alexander que ya está aquí, llegará en cualquier momento, se la llevará, y probablemente no podremos hablar con ella. Así que no lo hagas.
Diana estuvo de acuerdo con la lógica ineludible de su esposo y asintió, aunque estaba totalmente n