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Alexander, con una furia que lo consumía por dentro, se maldijo a sí mismo al recordar que él mismo había concedido días libres a sus hombres. Por eso, no había seguridad en el piso y, por lo tanto, Valeria se había ido de allí sin problemas. El hombre se volvió como loco, intentando llamar a su guardaespaldas, Michael, pero este no le tomó la llamada. Maldijo una y otra vez, sabiendo que ya no había vuelta atrás, que Valeria se había marchado y no regresaría. E incluso si emprendía una búsqueda, ella no era tonta, y menos con lo que había descubierto.

¿Qué demonios se suponía que debía hacer? No tenía idea. Se llevó las manos al cabello, cruzándose de brazos, con una expresión de agonía. Quería hacer algo, encontrarla, rogarle por una oportunidad, pero quizás sería demasiado. Tal vez debería dejarla en paz, tal vez ella necesitaba estar sola después de todo ese desastre.

Pero una oleada de rabia lo asaltó al recordar que Valeria, embarazada, no podía simplemente pensar por ella y de
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