Erika, con el cuerpo dolorido y el cansancio haciendo de las suyas, sentía el hambre acribillar su estómago y la soledad dominando todo el espacio. Su estado físico se deterioraba, y el temor se aferraba a ella como un imán. Los hombres, impasibles, no parecían comprender la magnitud de su desesperación.
—¿Acaso no han entendido que de verdad puedo darles más de lo que imaginan? ¡Sáquenme de aquí de una vez por todas! —gritó con todas sus fuerzas, la voz apenas un hilillo.
Afuera, los hombres se miraban, contrariados.
—Esa mujer es demasiado ruidosa. Deberíamos darle otra lección para que se calle de una vez por todas —gruñó uno.
Sin embargo, el otro levantó la mano, deteniéndolo.
—No creo que sea bueno que hagamos eso. Además, todavía sigo pensando en el hecho de que está relacionada directamente con la esposa de Alexander Baskerville. ¿Saben la fortuna que tiene ese tipo? Es un hombre bastante adinerado, cotizado en este país. Estamos teniendo en nuestras manos una oportunidad grand