VIGGO THORNE
Con pudor, Tanya desvió el rostro. Sus mejillas estaban enrojecidas y aunque tenía sus pechos al alcance de mi boca, yo estaba absorto en su belleza. Era una mujer hermosa. Carne tierna y suave.
Deslicé mi navaja por su vientre mientras jugueteaba con su cuello, dando suaves mordidas que después quería curar con mi lengua, hasta que la hoja de acero se detuvo en sus bragas, que tuvieron el mismo final de su brasier. Con suaves cortes rasgué la tela hasta dejar su cuerpo completamente descubierto para mí.
Clavé la navaja con un solo movimiento en el mueble, al lado de sus caderas, y mis manos no se resistieron por recorrerla entera, aprendiéndome cada lunar y cada cicatriz, disfrutando de la suavidad de su piel y de la humedad palpitante entre sus piernas que no tardé en probar después de saborear sus suaves muslos, sintiendo como se tensaban en cuanto los mordía.
Se arqueó mientras mi lengua colectaba con hambre cada gota de ella, entre gemidos entrecortados. Sus cader