VANESSA GARDNER
—Conocí a tu padre, me salvó de varias —soltó Iván con una sonrisa mientras me veía comer. Después de sacarme de ese viejo cuarto de azotea, me llevó por ropa nueva y limpia, me dejó remojarme en agua tibia llena de burbujas y pidió tanta comida deliciosa al cuarto de hotel que no pude evitar llorar mientras devoraba como una piraña con meses de ayuno—. Cuando me enteré de que murió, me preocupé por ti. Lamento no haber llegado antes.
Acarició mi cabeza y me encontré con sus ojos llenos de tristeza.
—Lamento no poder estar contigo más tiempo. He hecho algo muy malo por lo que voy a tener que pagar, y no podré quedarme contigo y protegerte como me gustaría —soltó con paciencia, esperando que lo entendiera. Me había salvado y volvería a estar sola—. Tienes que ser una niña muy fuerte. ¿Entendido? Te llevaré a un orfanato donde te cuidarán. Dejaré un fideicomiso a tu nombre. Será lo suficiente para pagar tus estudios básicos. Cuando cumplas la mayoría de edad, te quedar