48. NUESTRO PLAN
[SOFÍA]
Estoy en la cama de Francesco, todavía envuelta en su calor, cuando tres golpes secos hacen vibrar la puerta. El corazón se me congela al instante.
—Mierda —susurra él, levantándose de inmediato.
No hace falta que me lo diga: salto de la cama, descalza, recogiendo la sudadera al vuelo. Me muevo como un fantasma entre la penumbra, apenas respiro. Corro al armario y me deslizo dentro, cerrando la puerta con un movimiento lento, tembloroso.
Apenas termino, la voz grave retumba en el pasillo:
—Francesco. Soy William. Abre.
Mi sangre se enfría. William Soyer. El hombre que ya me había advertido, con esa sonrisa de tiburón, que si alguna vez llegaba a descubrir que lo nuestro era real, yo sería la primera en caer.
La cerradura gira. El aire se vuelve denso, irrespirable. Me pego a la madera, con el pulso atronándome en las sienes. A través de la rendija diminuta alcanzo a verlos: Francesco rígido, el cuerpo entero transformado en un casco invisible, y William entrando sin pedir perm