Nikolaus Hoffman.
Recuerdo a la mujer que conocí en la víspera de la muerte de su abuelo, aquella joven que llevaba en su vientre el hijo de un hombre que jamás la mereció, un hombre incapaz de amarla como yo. Y ahora la comparo con la mujer que tengo a mi lado. Eva no es la misma: se consumió, murió, y renació de sus cenizas. Es un ave fénix que se alza con una fuerza que me llena de orgullo.
Me siento pleno, no solo como hombre, sino como amigo, como su compañero. Sé que ya nadie podrá pasar por encima de ella. No porque me tenga a mí para defenderla —que lo haré sin dudar—, sino porque ahora es capaz de protegerse a sí misma.
La reunión concluye.
El silencio de los presentes es la prueba del golpe que hemos dado: la auditoría se realizará con mayor rapidez de lo que imaginé, y ninguno se atrevió a oponerse después de que Eva anunciara, con voz firme, nuestros planes de boda. Adán ya lo sabía, pero ver la sorpresa, casi el escándalo, en los rostros de los demás es un espectáculo qu