Olivia.-
Exhalé un gran suspiro y le di otro sorbo a mi malteada de fresa esperando a que mi hermana dejara de derretirse de la risa, burlándose de mi desgracia, ya tenía las mejillas rojas, cuando intentaba decir algo soltaba otra carcajada.
Jamás pensé que me sentiría tan frustrada sexualmente, después de ese bochornoso encuentro donde Susana nos descubrió en pelotas a Damián y a mí, llevamos días sin volver a intentar estar juntos y por supuesto trato de no verle la cara a la mujer que me vio completita como dios me trajo al mundo.
— ¿Puedes dejar de reírte? –muestro mi frustración a través de mis palabras, pero Laura insiste en gozar a costillas de mi desdicha.
— Perdóname, es que aún sigo sin poder creerlo, ni cuando estabas en la adolescencia mamá nunca te descubrió, menos a mí –vuelve a reír limpiándose las lágrimas –ok ya, con cosas que pasan, no a mí por supuesto, pero pasan.
— ¡Ay que graciosa! No puedo ni mirar a esa mujer nunca más.
— No exageres Livi, es culpa de el