Olivia.-
El chirrido metálico de los frenos de la patrulla taladró el silencio ya opresivo del mediodía. El sol implacable de la ciudad propia de la hora no había sido capaz de disipar el frío que sentía en el alma.
La puerta del auto se abrió a mi lado, el oficial me obligó a bajar, el aire caliente y húmedo me golpeó como una manta sucia, olía a moho, a óxido y a un desinfectante químico tan fuerte que me hizo lagrimear.
— Bienvenida a su nueva morada, señora Harper –expresó el detective con un deje de burla, no me reí desvié mis ojos hacia la enorme estructura, caminé hasta llegar a la puerta de metal, que me pareció una boca dispuesta a tragarme, antes de entrar giré hacia el detective.
— Quiero y voy a ver su cara cuando me declaren inocente, créame el karma existe –escupí con una seguridad y arrogancia que pensé que ya no me quedaba, él solo sonrió de medio lado y me dirigió hacia el edificio.
La reja se abrió con un estruendo, dentro, el vestíbulo estaba frío e insípido, c