Apenas Ethan la rodeó con sus brazos, Jazmín lo apartó con un gesto firme.
—Ethan… Oliver tiene fiebre —anunció, con un hilo de voz.
Lo que él había percibido como ansiedad y nerviosismo, era angustia y preocupación por su hijo.
Él se quedó con los brazos a medio extender, sintiendo cómo la realidad lo golpeaba de nuevo.
—¡¿Qué?!
—Lo que te dije, está con mucha calentura, hay que llamar al médico.
Jazmín salió de la habitación, Ethan a alcanzó dando largas zancadas, sobrepasándola y entrando, antes que ella, al dormitorio de su hijo. Tomó a Oliver entre sus brazos con un gesto desesperado.
La fiebre era evidente y tangible, tenía la frente húmeda y su pequeño cuerpo temblaba.
—Voy a llamar al pediatra —dijo Jazmín, tomando el móvil con manos rápidas aunque temblorosas.
Ethan asintió, sin apartar la mirada de su hijo.
Poco después, el médico llegó. El médico revisó al pequeño cuidadosamente, mientras Jazmín describía cada síntoma con precisión. El hombre joven, atent