Mientras Ethan iba al volante, todavía pensaba en aquel hombre del coche. Y aunque no lo decía en voz alta, intuía que todo aquello podía traerle problemas. La reacción de Juliette tampoco fue muy alentadora para él, sintió su nerviosismo y la manera en que le respondió. Eso le generó aún más desconfianza.
En tanto, en la mansión, Jazmín bajó a almorzar. Fue directamente hasta la cocina para pedirle a Soledad que le sirviera allí mismo. No quería hacerlo en el comedor, era demasiado amplio y silencioso.
Tomó asiento y junto a Soledad y Tatiana compartió aquel momento. Durante el almuerzo hubo comentarios triviales, sonrisas e instantes en los que logró despejar un poco su mente.
Mis después de servirles el postre, Soledad se despidió de ambas chicas, tenía su tarde libre y quería aprovechar su sábado al máximo.
Apenas, la mujer salió por la puerta trasera de la casa. El ambiente quedó en completo silencio.
—¿Qué te sucede Jaz? —preguntó Tatiana con suavidad.— ¿Por qué estás ta