Jazmín permaneció de pie, con los brazos cruzados, mirando fijamente durante varios segundos el picaporte de la puerta, esperando que girara con lentitud y que él entrara a la habitación.
Pero eso no ocurrió. No en un primer instante.
¿Dónde estaba? ¿Por qué se tardaba tanto? ¿Qué lo retenía al otro lado? Se preguntó.
Pronto, la ansiedad se apoderó de ella como un fuego voraz, dispuesto a destruirlo todo. El silencio de la habitación se hizo más pesado, y su respiración se volvió más agitada acompasándose con los latidos acelerados de su corazón.
Escuchó los pasos en el pasillo y su corazón se disparó. La puerta se abrió, y el aire se le heló en el pecho. Mas… no era él, sino Tatiana.
—Jaz, el señor Ethan te espera en el comedor para cenar. —anunció la morena.
—No voy a cenar —replicó Jazmín con voz firme, sin titubear.
Tatiana entrecerró los ojos, ladeando la cabeza con ironía.
—¿Vas a comportarte como una niña malcriada haciendo berrinche, en vez de ir y confrontarlo?