—Eso fue injusto —me dijo Kevin. Hizo un puchero como niño chiquito y sonreí. Permanecíamos desnudos, frente a frente en la cama luego de bañarnos—. Una doble injusticia porque tampoco era tu boca lo que quería.
—Demándame. —Pierdo el caso ante uno de los mejores abogados del país. Además, ¿cómo me quejo de una mamada de otro planeta?Sus palabras me hicieron reír, sin embargo, sentí un terrible ardor en el rostro.—No digas eso —le pedí apenado y lo vi sonreír burlesco.—¿Seguro que no lo hiciste antes? —Segurísimo —afirmé, sonrojado, e intenté ocultar el rostro con un brazo, su risa burlona creció.Sí, el sexo con él se sentía genial, como nunca, porque podía ser yo. No obstante, eran los momentos posteriores aq