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Sentimientos verdaderos

La visita a mi nuevo departamento me alegró demasiado, pero nada pudo contra la felicidad de recibir las llaves de mi nuevo coche, estaba extasiada, me sentía realizada, sabía que podía cumplir todos mis planes de manera indeterminada, al final de todo lo más difícil había pasado, o eso era lo que yo creía.

Al final de mes, mi jefe y yo, no dejábamos de aparecer en cada una de las revistas de moda, no había reportaje que no hablara de nosotros, o que los paparazzi nos siguieran en nuestra vida diaria. Así se mantuvo lo nuestro por poco más de dos meses y aquello se volvía rutinario, sin embargo, para ser sincera no me incomodaba ni un poco la presencia de Arturo en mi vida, de cierta forma me había acostumbrado a él, a su presencia y a veces el tener que verle cada día se hacía más necesario, me sentía feliz y segura a su lado.

—¿Tienes algo que hacer el fin de semana? – me preguntaba, cuando salíamos aquel viernes del tercer mes de la compañía.

—No, señor, ¿Algún evento?

—No, se trata de mi familia – dijo él sonriendo un poco – mamá se ha cansado de Copenhague, dice que vendrá a vivir por un tiempo aquí a Milán

—¿En serio? Que agradable…

—Sí, eso creo.

—¿Pasa algo señor? – No se veía muy confiado, por lo que temí que me ocultara información importante.

—Nada que no tenga arreglo, mañana paso por usted temprano, iremos por ella al aeropuerto, ¿Está bien?

—Sí, claro, hasta mañana.

Volver a ver a la madre de mi jefe una vez más, me estaba poniendo nerviosa, después de todo no la había visto en los últimos dos meses y el que se quedara a vivir por un tiempo en el país podía hacer que la frecuentara más, no debería tomármelo a mal, la verdad es que la señora Rizzo me caía muy bien, era agradable y me trataba como a una “hija” pero eso era también lo que me incomodaba, después de todo, esto era una mentira.

—Me hubiera gustado que te pusieras el vestido floreado – dijo mi jefe al verme, cuando fue a recogerme.

—¿Sí? ¿Crees que no le guste a tu mamá?

—A mi mamá le encantarías hasta con un costal de papas – dijo, y creo que era la primera vez que le escuchaba haciendo un chiste, no pude evitar reírme. – creo que es la primera vez que le escucho reír.

—¿Sí? – me sonrojé a más no poder y oculté mi rostro tras la mano, evitando su mirada – y para mí es la primera vez que le escucho un chiste.

—Sí, creo que después de todo, no soy del tipo que es divertido.

—Ya creo que no, señor, pero así me… — me detuve justo a tiempo, porque en ese momento su celular comenzó a sonar, agradecí mentalmente aquello.

—¿Ya vienes en camino, querido? – la voz de su madre inundó el coche.

—Sí, mamá, vamos en camino… — decía él.

—¿Viene contigo Sarita?

—Sí, Geovanna, yo también voy – dije acercándome a los parlantes.

—¡Oh! Qué maravilla, querida, ya muero de ganas por verte.

—Lo mismo digo.

—Bueno, bueno, aquí les espero, vayan con cuidado. — colgó

Agradecí que el tema no viniera de nuevo al caso y suponía que a él se le había olvidado por completo.

La tarde entera la pasamos con su mamá, pero esta vez ella decidió quedarse a dormir en casa de su hijo Franco, pues pasaría el día siguiente con él, de esta manera no nos puso presión a mi jefe y a mí de dormir juntos.

—Gracias por pasar la tarde con mi madre – dijo Arturo, cuando pasó a dejarme a mi departamento.

—No hay nada que agradecer, señor, después de todo es parte del servicio – le sonreí.

—Sí.

—Lo veo el lunes.

Me bajé del coche y no fue hasta que me metí dentro del edificio que escuché como él arrancaba de nuevo y se alejaba. De un tiempo para acá había comenzado a hacerlo.

La siguiente semana, sentí a mi jefe muy taciturno, como si de nuevo le preocupara algo, no sabía bien como acercarme a él y por extraño que pareciera estaba casi segura que quería decírmelo; pero al final, nunca me decía nada. Mi preocupación por él no me dejaba concentrarme del todo en el trabajo.

A mitad de semana, de nuevo fuimos a comer al club, agradecí que no nos encontráramos a Bellini, por otro lado, aquel día, él parecía un poco ansioso.

—Señor, ¿Hay algo que le molesta? – Pregunté, cuando terminamos de comer.

—Señorita Fiore, creo que esto ya no está funcionando – me lanzó una mirada y pronto todo se tornó muy serio.

—¿Cómo?

—No sé cómo, pero al parecer nos han descubierto.

—¿Qué? ¿Quién? – Aquello me caía de imprevisto, yo siempre creí que hacíamos un buen “trabajo”. Casi no nos separábamos, e íbamos a todos lados juntos.

—La información la han publicado en un blog de chismes, al parecer no nos creen que estemos en una relación.

— Bueno… y ellos ¿Que pueden saber? Además, ¿Qué importa?

—No entiendes, Sarah — mi nombre fue pronunciado con fuerza, y sus ojos dorados me taladraron con lentitud – mi madre también empieza a sospechar, si esta información llega a ella…

—Hemos visto a tu madre muy frecuentemente, siempre vamos juntos y nos tratamos perfecto, no sé cómo podría dudar.

—Marianne… me dijo que mamá y ella creen que no estás enamorada de mí, dice que ve mucha inseguridad de tu parte y que muchas veces pareces estar incomoda cuando estamos juntos.

—Bueno, eso…

—Los paparazzi, creen lo mismo.

—Lo siento. Creo que tienen razón, después de todo, esto es una farsa, usted y yo no tenemos ninguna clase de contacto – mis palabras salieron como un caudal, y no me detuve a pensar en la reacción que provocaría – no pasamos de agarrarnos las manos, o que me rodeé la espalda con un brazo, supongo que todo eso hace que no crean en esto.

—¿Me está diciendo que el contacto es un problema?

—Seamos sinceros… las parejas siempre son vistas infraganti en alguna posición muy íntima, a nosotros sólo nos fotografían así, sentados en una mesa, andando en coche, caminando por el parque de la mano o abrazados en algún evento.

—Puede que tenga razón… pero con mi mamá y Marianne…

—Creo que todo se deriva de lo mismo, yo… trataré de ser más cariñosa con usted – me ruboricé ante mis propias palabras, lo miré y me encontré con su rostro confundido – claro, siempre con su permiso.

—Tiene mi permiso, entonces haré modificaciones en el contrato… ¿Cree que pueda empezar ese plan ahora mismo? – Preguntó, mientras se fijaba en un punto tras de mí.

—¿Perdón?

—Tengo razones suficientes para creer que el comensal de atrás es en realidad un reportero.

—Entiendo… entonces, lo haré.

Todo lo que paso después, fue puro impulso y aunque él creyera que fuera simple actuación, no pude evitar pensar que puse total sentimiento en ello.

—Bien – susurré, me acerqué a él posando mis manos sobre la mesa.

Al momento después, el espacio entre nosotros era nulo, cerré los ojos y junté mis labios con los de él, mi jefe reaccionó aún mejor de lo que creí, y me tomó desprevenida cuando me agarró del rostro, para profundizar un poco más aquel tímido beso.

Al separarnos, no pude evitar sonrojarme, sus ojos dorados me hipnotizaron y por un momento creí que mis piernas no podrían sostenerme más, sonreí con timidez y volví a sentarme. Ninguno de los dos pronunció palabra alguna, como si lo de hace un momento hubiera sido lo más normal del mundo.

Los días siguientes, la foto de nuestro aventurero y furtivo beso, como lo habían llamado los reporteros, inundaron las redes y alguna revista nacional público lo acontecido, poniendo palabras como “enamorados”, “todo este tiempo sólo fue timidez” o “Love is in the air”. Algunos otros, también bromearon con el tema de una pronta boda y con eso, acallamos todas las dudas.

El cumpleaños número sesenta de la madre de mi jefe estaba a la vuelta de la esquina, junto con Marianne y Viviane estábamos organizándole una fiesta sorpresa en el pent—house de mi jefe, al momento que me invitaron a ser partícipe de esto me puse muy nerviosa, ya que las palabras “relación de mentira” continuamente, volvían a mí; pero después de que mi jefe hablara conmigo y, ellas casi me rogaran, me decidí a participar. Sin duda, me divertí mucho.

—Paso por ti a las siete, ¿Está bien? – me dijo él, mientras bajábamos por el elevador.

—Sí, no se olvide de pasar por el pastel.

—Sí, sí, ya tengo anotada la dirección en el GPS.

—Perfecto – sonreí, pero de nuevo vi duda en sus ojos, como si quisiera comentar algo, pero no se atreviera. — ¿Pasa algo?

—No, nada… — pausa, me miró un momento – creo que debería llevar ropa para dormir en mi casa.

—¿Cree que su madre lo pida de nuevo?

—No creo, lo va a pedir.

—Está bien. No se preocupe, iré preparada

Llegamos a la fiesta, ya había varios amigos de la familia y también otras personas que sólo estaban por negocios, el jefe me había dicho “socializar también son negocios” y no pude más que comprender.

La velada dio inicio, con la magnífica sorpresa de la señora Rizzo, quién no se lo espera y ella se veía muy feliz.

—Sarita, querida, me ha dicho mi hija que tú apoyaste en la organización de mi maravillosa sorpresa – me dijo, mientras agarraba mis manos y nos sentábamos en el sofá de la sala.

—No fue gran cosa, Geovanna, de hecho, es parte de lo que hago día a día en el trabajo, contactar gente.

—¡Ay querida! No te menosprecies, gracias, en verdad muchas gracias – me agradecía con una gran sonrisa.

—Hola cariño – ese fue mi jefe, que en un dos por tres había depositado un suave beso en mi cabeza — ¿De qué hablan?

—Tu madre me ha agradecido la sorpresa, querido – le dije, mientras tomaba su mano y la entrelazaba con la mía, acto seguido se la besé.

Ambos a nuestra manera, nos fijamos de reojo en su madre, su reacción nos dejó a ambos convencidos de que estábamos en el juego nuevamente.

—¡Ay queridos que feliz me hace su relación! – nos dijo con emoción, llevándose las manos a su pecho, y mirándonos cariñosamente. – Me recuerda tanto a tu padre y a mí de jóvenes, hijo.

—Me alegra que seas feliz, madre. Yo lo soy aún más, por tener a Sarah a mi lado. –comentó, mientras me rodeaba la cintura con el brazo y besaba mi hombro, esa noche traía un vestido strapples por lo que el toque con mi piel fue electrificante.

—Y también yo lo soy, cariño – le sonreí, y me agradeció con una mirada.

La velada continúo su curso, con muchas alegrías, al final, justo como lo habíamos planeado y después de despedir al último invitado, nos dirigimos a su habitación, no sin antes despedirnos de su madre y de su hermana, que esa noche también dormirían en la casa.

Una vez más estábamos completamente solos y en la intimidad de su recamara, me senté un rato sobre la cama, mientras esperaba que mi jefe saliera de su cuarto de vestir.

—Creo que lo hemos hecho perfecto hoy – anunció, en cuanto salió.

—Sí, ya lo creo señor. Nos salió natural.

—Bastante natural, fue perfecto, señorita, siga de esa manera, me meteré a bañar.

Mientras mi jefe tomaba su baño, comencé a arreglar la ropa que me pondría mañana, él salió un rato después, de nuevo su imagen saliendo del baño me detuvo el corazón, incluso sentí más emoción que la primera vez, y es que ahora que mis sentimientos por él se habían desarrollado profundamente, no podía evitar sentirme de esta forma.

Su cabello ligeramente húmedo y despeinado, sus ojos dorados, su boca pequeña, pero con labios gruesos, su cuerpo varonil y musculoso, no podía pensar en él más que como un modelo de revista.

—Me iré a la sala, puede bañarse, la veo mañana – dijo él, dirigiéndose a la puerta.

—No creo que esta vez sea necesario… es decir, esta vez puede dormir aquí.

—¿Cree que eso sea correcto?

—Bueno, señor, es que …

¿Por qué tuve que decir eso? Estaba demente, mi rostro sonrojado no podía dejar de delatarme y el morderme el labio inferior era otra demostración de la timidez y el nerviosismo que me estaba inundado.

—¡Por Dios, Sarah! No hagas eso, me estas volviendo loco – confesó de repente, yo no comprendí del todo a que se refería, con rapidez subí mi mirada y él me observaba atentamente mientras sus ojos brillaban.

—¿Disculpe? – mi nerviosismo incrementó cuando caminó hacia mí, y sus ojos no se despegaban de mis labios, no pude evitar volver a mi tic.

—Eso que hace, sus labios… ¿Por qué me está tentando? – preguntó él, y su voz sonó algo sufrida.

—Lo siento, no es mi intención — no pude evitar seguido de eso, cubrirme la boca con las manos, no podía parar mi tic.

—Lo siento, ya es tarde.

Lo siguiente que paso fue ¿Un impulso? ¿Algo de pasión? ¿Tentación? ¿Un sentimiento de amor? Me quitó la mano de la boca, me sostuvo con fuerza por la cintura y me besó, todo fue tan rápido y sin aviso alguno, que me tomó totalmente desprevenida, era nuestro tercer beso y sin embargo parecía el más real de todos; con su otra mano me agarró una mejilla y yo no pude evitar abrir mis labios para que su inquieta lengua entrara en mi boca, profundizando el beso aún más, su aroma era cautivante, olía demasiado bien, me sentía en un sueño, las piernas ya me empezaban a temblar, me sostuve de las solapas de su pijama y el contacto de mis dedos con su piel, nos hizo sufrir a ambos, demostrándolo con un gemido callado. Pero, así como vino, se separó. Ambos estábamos agitados, nuestras miradas se encontraron.

—¿Arturo? – murmuré imperceptible.

—Lo siento, lo siento. – Se alejó de mí, y se dirigió a la puerta con rapidez – dormiré en el sofá. Buenas noches.

Cerró la puerta tras de sí, dejándome sola en la habitación. No comprendía nada de lo que había pasado, no podía dejar de repetir la escena una y otra vez en mi cabeza, me sentía cálida y temblorosa, nunca pensé que aquel hombre tan malhumorado pudiera derrochar tanta pasión en un sólo beso, una vez más… ¿Había perdido los cabales por mí?

Sin embargo, recordé sus últimas palabras “lo siento, lo siento” había dicho él, y leí el arrepentimiento en su mirada. ¿Cómo podría volverlo a ver de ahora en adelante?

No pude conciliar el sueño esa noche, de pensar en el beso con él, mi mente empezaba a divagar. Pasaron largas horas cuando alguien tocó a la puerta, observé la hora en mi celular, apenas eran las cinco de la mañana.

—Adelante.

La puerta dio paso a mi jefe, tenía una cara de cansancio total, unas profundas ojeras por debajo de sus ojos y el cabello revuelto, pareciera que él también había pasado una mala noche.

—¿Señor? – pregunté, mientras me ponía en pie.

—Toma tus cosas, un taxi te espera abajo.

—¿Cómo?

—Te iras a casa, ahora.

—Apenas son las cinco de la mañana

—Lo sé, y apúrate antes de que se haga más tarde y todos despierten.

—Señor…

—¡Ahora!

Dicho eso, mi jefe se encerró en el baño, yo no entendía bien que pasaba, su rostro se mostraba irritado, en serio estaba molesto, pero ¿Por qué? ¿Tanto se arrepentía, que no podía verme? Me cambié de ropa, guardé mis objetos personales en la bolsa, y me acerqué a la puerta del baño.

—Señor, ya me voy… — esperé contestación, pero nada – lo veo en la oficina.

Salí del pent-house totalmente en silencio, para cuando llegué al departamento, mi cabeza era un caos. No comprendía nada, sólo me sentía muy culpable de lo que estaba sucediendo, realmente no sabía qué hacer.

Al llegar al trabajo, aquella mañana, Serena me miró con preocupación.

—¿Pasa algo? – pregunté con una ceja enarcada.

—Es el jefe, al parecer llegó muy molesto…

—¿Ya está aquí?

—Si, pidió que pasaras con él en cuanto llegaras… ¿Pasó algo entre ustedes?

—No, nada… importante – mentí – bueno, iré a verle.

—Suerte.

Entré en su oficina, cerrando la puerta tras de mí, él estaba sentado atrás de su escritorio, dándome la espalda. El ambiente se sentía muy tenso y el aire bastante pesado.

—¿Pidió verme? – le pregunté, tratando por todos los medios que mi voz no se quebrará, realmente quería preguntarle un montón de cosas, pero prefería que él iniciará.

—Encima del escritorio está su pago por los tres meses y medio de servicio… y su carta de renuncia.

—¿Perdón? – realmente no comprendía nada, no creí que tendríamos que llegar hasta esto, ¿Había escuchado bien?

Él se dio la vuelta, clavó sus ojos dorados en mí, tomó aire y volteó hacia otro lado torciendo su boca, ¿Estaba molesto?

—La estoy despidiendo, esto ha terminado.

—Pero ¿Por qué? Sí es por lo acontecido el día de …

—No necesito darle explicaciones, señorita.

—Señor…

—Tome sus cosas y váyase.

—Pero, ¿Es que acaso también de la compañía? – pregunté, mientras se me formaba el nudo en la garganta.

—¿Está de acuerdo que no puedo tenerla aquí, después de nuestra relación? ¿Verdad?

—Pero eso…

—Tendrá sus referencias y la pondré en contacto con algún conocido para que pueda tener un empleo lo más pronto posible.

—No, no será necesario, señor Arturo – murmuré débilmente, no sé por qué tenía las increíbles ganas de llorar, me acerqué a su mesa, agarré el cheque y mi carta de renuncia – Muchas gracias.

Salí de ahí hecha un desastre, oculté mi rostro de las miradas curiosas de mis compañeros y corrí al baño. Ahí pude llorar a mis anchas y la verdad, no sé qué me dolía más… haber perdido mi empleo en la compañía o que él me desechara como una simple cosa, me sentía morir.

—¿Sarah? – escuché la voz de Serena a mis espaldas, la miré y se veía preocupada.

—¿Qué ha pasado?

—Na…nada

—¿Nada? Estas llorando, tú nunca lloras.

—Sí lloro, Serena, soy un ser humano…

—Bueno, sí, pero… ¿Qué paso?

—Me ha despedido… y hemos terminado.

Serena no dijo nada, se acercó a mí y me envolvió en un abrazo, aquello sólo hizo que llorara con más fuerza, me sentía tan débil y tan mal, no sé cómo iba a salir de aquí por mis dos piernas, después de unos minutos así, por fin pude encontrar mi voz, busqué una pluma en mi bolso, desarrugué la carta de renuncia y la firmé.

—¿Puedes darle esto? – le dije a Serena, mientras le extendía la carta.

—Sí, sí… ¿Pero estás segura? Es un despido injusto, Sarah.

—¿Y qué más da? Yo ya no puedo ni verlo… me voy – hice una pausa – vamos, debo dejar vacía mi oficina.

—Te ayudaré.

—Gracias.

No me demoré ni treinta minutos en meter mis cosas en una caja de cartón que había robado del almacén, no quería voltear a ver a nadie, pero no dejaba de sentir sus miradas en mí, ya me imaginaba que pensaban.

De camino al departamento, mientras iba en el Audi que él me había dado, supe que llegando debía devolverle el coche y las llaves, me imaginé aparcándolo enfrente de su edificio, o bien en la oficina, ahora mismo pensaba que tal vez debí de haberlo dejado e irme en el bus. Maldición.

Agradecí que al menos el departamento estuviera a mi nombre, pero no supe bien sí mudarme de nuevo, por el momento decidí quedarme ahí hasta que encontrara un nuevo empleo; sin embargo, al abrir mi closet no pude evitar un suspiro de cansancio “¿Qué haré con tanta ropa?” Ahora que veía los vestidos de cóctel y de gala, sabía que en mi vida me los volvería a poner, los tacones formales, y las joyas… supongo que tendré que devolverlo. Mis ojos pasaron a la caja de ropa interior, me sonrojé, observé las prendas un momento, debatiéndome si debería devolverlas. “Mejor me las quedo, no tiene por qué enterarse”.

Mis ojos se detuvieron en el camisón de seda que me puse la primera noche que dormí en su casa, lo levanté y recordé cuando él me miro, la impresión que le causé, el bochorno que sentí y la subida de temperatura que tuve al recordar sus palabras “No me habías dicho que era tan transparente” “mentí”.

 Con tristeza, me di cuenta de algo que había estado ocultando todo este tiempo: ¡Me había enamorado de mi jefe!

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