Punto de vista Maximiliano
Habían pasado tres intensos días de luna de miel, en donde el cuerpo de mi esposa fue mío demasiadas veces y en diferentes formas.
Estábamos almorzando en un hermoso restaurante sobre el agua, varías parejas estaban en el lugar comiendo, el ambiente estaba caliente, se sentía un aire especial, el espacio que reservamos no era para nada familiar, estaba destinado para parejas que estaban de luna de miel, o simplemente se daban una escapada, así que nadie sentía vergüenza por las demostraciones de afecto que se daban, Madison y yo, no éramos la excepción.
Yo estaba completamente hipnotizado con su vestido, era de color rosa, de algodón ceñido a su cuerpo, con un escote en forma de corazon y sin tirantes, muy corto, obviamente no llevaba sostén debajo.
Se llevó un pedazo de langosta a la boca, y se saboreó.
—Hum, Maximiliano, esto está delicioso
—Así como tú preciosa, ese vestido te queda encantador.
—Sí, a mí también me gusta, en especial porque no siento ta