A la antigua.

Kerr esperó afuera, no quiso jugar más con su telepatía, había algo en él que crecía más cada día. Ese nudo extraño en el estómago que amenazaba con tomar el control por completo y eso lo asustó, no quiso tentar la suerte, era imposible saber qué pasaría si dejaba que esa fuerza interior se apodera de él.

Benjamín, el hijo de Víctor, aprovechó que sus padres estaban ocupados dentro del minúsculo e improvisado hospital para colarse y sentarse frente a Kerr, solían pasar tiempo juntos antes, por alguna razón el niño había encontrado cómo empatizar con el hombre y a Kerr le entretenía hablar con él, hasta que Víctor se los prohibió.

—No deberías estar aquí —le dijo Kerr y el niño se encogió de hombros.

—Mi papá no se va a dar cuenta —Kerr se rio.

—Con todos los lame suelas que tiene, si.

—¿Qué es un lame suelas? —le preguntó y Kerr apretó los labios.

—Nada —se excusó —cuéntame, ¿cómo va tu entrenamiento? —el niño raspó con la uña la superficie de la mesa desganado.

—Hace muchos días papá no me ayuda, está muy ocupado —luego le apartó la mirada —no he sentido el instinto, tal vez no nací siendo hombre lobo —Kerr alargó la mano y le acarició el cabello.

—Los genes lobos son muy fuertes, el cien por ciento de las veces los hijos de un lobo nacen con el gen, creeme.

—Estoy tardando mucho en hacer mi primera transformación —Kerr negó.

—¿Recuerdas a Stiven? —el niño ladeó la cabeza.

—¿El que te atacó y que Doña Clarisa tiene en coma inducido para que no ataque a nadie más? —Kerr sonrió con desgana, escogió un mal ejemplo.

—Si, él. Su primera transformación fue a los quince, para cada uno es diferente.

—A mi edad mi papá ya se había trasformado, y tú también —le contó con tristeza y luego abrió los ojos azules dando un salto —pues tú puedes entrenarme —dijo como si se le hubiera ocurrido la cosa más impresionante del mundo y Kerr negó.

—Víctor nunca lo permitiría —el niño se acercó y le susurró poniendo ambas manos sobre su boca para que el sonido le llegara solo a Kerr, pero el mayor vio cómo varios hombres de los que estaban por ahí estiraron el cuello para escucharlo, los lamebotas del Alpha.

—Pues que él no se dé cuenta — Kerr negó de nuevo con la cabeza y el niño lo miró con tristeza, salió del lado de la mesa donde estaba y se sentó al lado de Kerr —Él no tiene tiempo para entrenarme —Kerr le rodeó los hombros con su brazo y lo atrajo a él, era pequeñito, con el cabello rubio ondulado y las mejillas rosadas. Era el niño más pequeño de la manada y Kerr sintió esa necesidad de hacerlo sentir bien, él sabía qué se sentía estar bastante solo.

—Sabes que las cosas están complicadas estos días —le dijo —por eso tu papá no tiene tiempo, pero te prometo que intentaré hablar con él para que…

—¿Para que tú me entrenes? —le preguntó animado el niño mirándolo y Kerr le acarició el cabello como un cachorrito.

—Iba a decir para que buscara tiempo de estar contigo, pero, ¿no quieres que te entrene él? —el niño le apartó la mirada, estiró la mano y rasguñó de nuevo la mesa con la uña.

—Él me ve raro cuando falló en algo, de seguro se siente decepcionado de mi —Kerr lo atrajo más y lo apachurró contra su cuerpo.

—Claro que no —le dijo, pero más bien por hacerlo sentir mejor, de seguro justo era eso lo que sentía el Alpha por su hijo, parecía que nadie llenaba sus expectativas —él te ama, y nunca va a estar decepcionado de ti desde que no te rindas. ¿no te vas a rendir? —el niño negó con la cabeza y lo miró con los ojos brillantes.

La puerta de la enfermería se abrió y el Alpha salió secándose el sudor de la frente, cuando vio a Kerr con su hijo les lanzó una mirada de desaprobación. Kerr sintió a través del brazo como el niño se tensó de golpe y se deshizo de su abrazo para correr lejos de él y Kerr pensó que el hombre era muy estricto con el niño.

Víctor se alejó dándole una fría mirada a Kerr y él se puso de pie para visitar a Vanya, pero antes de cruzar la puerta Lina lo tomó del brazo y se lo llevó de nuevo para la mesa en la que estaba sentado.

—Si, lo sé —le dijo él —me alejaré de Benjamín —ella negó con la cabeza.

—No vengo a decirte eso —le dijo la mujer y bajó la voz, aunque Kerr sabía que todos los lobos de la manada podían escucharla —¿recuerdas cuando me atropelló la moto hace un par de años? —Kerr intentó recordar, antes del llamado del Alpha él se mantenía alejado de la manada, pero sí que lo recordó.

—Claro, me sorprendió ver que dos días después ya estabas prácticamente sana —ella se acercó más a Kerr.

—Sabes que desde que entré en esto de la manada he investigado mucho —Kerr asintió —pues resulta que el gen lobo es tan fuerte que… no sé cómo decírtelo. Cuando un lobo termina dentro de una mujer, o sea, se corre dentro, sus genes tienen que asegurarse de que el cuerpo que va a engendrar el nuevo lobo esté preparado. El embarazo de un lobo es muy fuerte, si el semen de los lobos no tuviera estos genes, una humana no podría sobrevivir al embarazo, ¿entiendes? Por eso sané al otro día, por los genes de Víctor dentro de mi que se aseguraron que mi cuerpo fuera el candidato perfecto —Kerr ladeó la cabeza incómodo, era demasiada información.

—Ok, entiendo, pero ¿por qué me cuentas todo esto? —Lina sonrió de lado y no lo miró a la cara cuando habló.

—Bueno, como sabes, no tenemos antibióticos y las medidas de bioseguridad no son las mejores. Vanya necesita sanar —Kerr abrió los ojos y se puso de pie asustado, pero Lina lo sentó agarrándolo del hombro.

—¿Cómo se te ocurre que me acostaré con ella? —Lina blanqueó los ojos.

—No tengo que leerte la mente para darme cuenta de que sí que quieres —Kerr abrió la boca, pero luego la cerró, ¿se le notaba tanto?

—Pero, está débil y enferma, con una cortada en el estómago.

—Precisamente por eso —Lina lo tomó por los hombros y lo sacudió —si no lo haces tardará semanas en sanar, y probablemente adquiera una infección. No es la primera vez que se hace, Clarisa ha utilizado el esperma de los hombres de la manada para sanar a muchas mujeres de problemas graves —Kerr abrió los ojos.

—No sabía eso —ella asintió.

—Siempre se ha hecho de manera artificial, y con los lobos más fuertes: Víctor antes de casarse con migo, Sebastián y Raúl, ya sabes, incluso podrías sanar a otro hombre por que los genes no distinguen sexo. Sabes que he investigado mucho sobre la historia de los lobos, anteriormente, el alpha sanaba a cada miembro de la manada que lo necesitara –kerr frunció el ceño – pero ahora no se puede, clarisa no tiene las herramientas suficientes.

—No sé, yo no…

—Mira, Kerr —le dijo ella muy seria —Clarisa lo hará, eso salvará la vida de Vanya, la pregunta es, si no eres tú ¿quién? Estoy segura de que muchos aquí estarán dispuestos a ayudarla a la antigua, pero sabes que un lobo teniendo sexo es…

—Rudo —completó él y Lina asintió.

—Exacto, a menos de que no te importe que sean rudos con ella, o que sea otro. Si estuviera Sebastián él lo haría gustoso, aunque por lo que sé, le gustan más los hombres, pero lamentablemente ya no está…

—Espera —le interrumpió, no quería que le hablaran de Sebastián, aún se sentía culpable por lo sucedido —¿si queda embarazada?  —Lina negó.

—Aún está adolorida y mareada, pero hablé con ella, no hay riesgo, no está en ovulación —Kerr se miró las manos nervioso.

—Nunca entendí cómo funcionaba la regla en las humanas —comentó más bien por hablar de otro tema y Lina lo tomó del hombro.

—Ella aceptó, pero quiere que seas tu —Kerr la miró con los ojos abiertos y Lina se rio —dijo muy claro tu nombre, parece que confía en ti —se acercó y le susurró al oído —la habitación detrás de la mía tiene una cama, no los molestará nadie —luego se puso de pie y se fue.

Cuando Kerr entró por la puerta de la enfermería Clarisa lo miró.

—Lamento que te enteres así —le dijo la doctora —hace un par de meses te iba a utilizar para las reservas, pero como ves, acá en la fábrica no tengo cómo guardar el esperma, así que hay que hacerlo a la antigua —Kerr quiso evitar su cara de asco, pero se le escapó un poco.

Caminó hacia la camilla llena de sangre donde se encontró a una muy pálida Vanya que lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Cómo estás? —le preguntó y ella le sonrió.

—La morfina me quitó el dolor, pero me siento mareada y con sueño —Kerr le acarició el oscuro cabello.

—¿Estás segura de esto? —ella asintió —podemos esperar a que la morfina pase para que estés más lúcida —ella negó.

—Mejor ahora que no pienso bien antes de que me arrepienta, la doctora dice que podría morir de la infección —Kerr miró la camilla llena de sangre y la ropa manchada de ella. Clarisa ya había limpiado su pálida piel. La tomó entre sus brazos y salió del lugar.

Todos lo miraron pasar, y él evitó mirarlos a la cara, sabían qué haría y le incomodó, pero si se trataba de salvarle la vida a Vanya él lo haría.

—Gracias —le dijo ella y le acarició la barba con la mano y él le sonrió.

—Te prometo que todo estará bien —y entró a la habitación cerrando la cortina tras él. 

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