Ahora, en el vestíbulo, Samara lo miraba con esa misma intensidad depredadora, como si el tiempo no hubiera pasado.
—Espera —dijo, su tono suavizándose, pero con un filo que no escapó de Enrique—. ¿Dices que no quieres que sepa que eres multimillonario? ¿El dueño de este hotel?
Enrique asintió, su rostro una máscara de determinación.
—Exactamente. Samara, no se lo digas.
Ella lo miró por un momento, con sus ojos grises evaluándolo como si fuera un rompecabezas. Finalmente, asintió, una sonrisa astuta curvando sus labios.
—No se lo diré —dijo, su voz baja, casi conspiradora—. ¿Cómo dijiste que se llamaba?
—No te lo dije, pero se llama Leonela Fimbres —respondió Enrique, su tono cargado de un peso que ella no entendió del todo.
Samara alzó una ceja, su sonrisa ensanchándose.
—¿De la familia Fimbres? ¿Del Consorcio Eras? —dijo, una chispa de reconocimiento cruzando su rostro—. ¡Qué coincidencia! Vine a ver la presentación de la futura sucesora. Quédate tranquilo, tu secreto está a salvo c