Cuando Daniel entra en la sala, es recibido por su novia, que lo envuelve en un abrazo cálido, acompañándolo con una sonrisa radiante. Su entusiasmo es evidente, dejando claro lo feliz que está de verlo allí. Poco después, Amelie toma su mano, tirando de él suavemente hacia dentro, como si quisiera guiarlo con confianza.
Daniel corresponde al gesto, entrando en la sala con una sonrisa tranquila, pero su expresión se desvanece al cruzar la mirada severa de su futuro suegro. El semblante serio del hombre hace que el estómago se le revuelva y un nudo se forme en su garganta. De repente, el nerviosismo se apodera de él.
Sintiendo que el ambiente se vuelve tenso, Marina, junto a su marido, le toca discretamente el brazo. Con una mirada sutil pero firme, le pide que contenga aquella hostilidad.
—Papá, mamá… —comienza Amelie, rompiendo el silencio—. Y Arthur —añade, revirando los ojos—. Este es Daniel.
Arthur es el primero en acercarse a Daniel, extendiendo la mano con una sonrisa traviesa.