La siguiente en tomar la palabra es Joana. Su semblante está visiblemente afectado, aún más después de presenciar a sus hijos en aquella condición. La sala parece disolverse a su alrededor. Las cámaras, los reporteros, los susurros de curiosidad. Nada de eso importa en ese momento. El único pensamiento que la consume es cómo recuperar el amor de sus hijos, cómo corregir los errores que la alejaron de ellos.

Al sentarse, ajusta el micrófono con manos temblorosas. Intenta desviar los ojos de Victor, pero es inevitable. Cuando finalmente cruza la mirada con el hijo menor, el impacto es abrumador. La frialdad y la decepción en los ojos de él desgarran su alma, y su corazón se llena de remordimiento.

El abogado defensor, percibiendo el nerviosismo de su cliente, comienza con un enfoque suave.

—Señora Ferraz, cuénteme cómo era su relación con Víctor antes de que ocurrieran las cosas.

Joana respira hondo, sus ojos vagan por la sala, pero no logra mirar a nadie directamente.

—Siempre tuve una