Mientras conduce por la ciudad, Xavier aprieta el volante con tanta fuerza que los dedos se le ponen blancos bajo la presión. La mirada fija en la carretera contrasta con la tormenta de pensamientos que lo consume. El silencio dentro del coche es casi asfixiante, solo sirve para alargar el caos en su mente. La idea de que Andressa esté embarazada lo corroe como un veneno, convirtiéndose en una amenaza constante que necesita eliminar. Respira hondo, intentando disipar el malestar, pero el aire nunca parece suficiente.
— Esa desgraciada. Ojalá haya perdido al bebé en la caída… así las cosas serían más simples —piensa, mientras una expresión dura y fría se dibuja en su rostro. La idea cruel le brinda una ilusión de control, algo que siente que se le escapa de las manos.
Sin rumbo definido, Xavier circula por calles desiertas. Los faros de su coche cortan la oscuridad, iluminando árboles alineados y aceras vacías. Al ver una estación de servicio, decide detenerse. El tanque está casi vací