Mientras está recostada en la bañera, los pensamientos de Andressa vagan lejos, tan lejos que siente como si su alma hubiera abandonado su cuerpo exhausto y dolorido, reflejo de lo que había ocurrido más temprano con Leonel, seguido por la agresividad de Xavier durante el sexo.
La culpa la desgarra, trayendo un vacío asfixiante que la hace sentirse reducida a un simple objeto, usado sin la menor consideración por sus sentimientos.
Para Xavier, ella no era más que una posesión, algo que él creía controlar, sin ofrecer jamás un atisbo de afecto o respeto genuino.
La culpa era suya por haberse dejado engañar por el dinero y las promesas que él traía consigo. Nunca le importó que él regresara a casa, con su familia, después de una noche de sexo ardiente. El dinero que obtenía de él llenaba los vacíos de la manera que siempre había deseado. Con él llegaron los bolsos de marca, los zapatos perfectos, la ropa de lujo, las joyas brillantes, los aparatos modernos y todo el brillo de una vida o