Al llegar a casa, Víctor muestra una expresión de tensión mal disimulada. Aunque satisfecho con el progreso que él y Marina habían tenido juntos, la idea de que ella enfrentara a sus padres sola en ese momento lo dejaba inquieto, sintiéndose parcialmente responsable de toda aquella situación. Reacio a entrar en la mansión, decide sentarse en el jardín, donde las flores desprendían un perfume suave que él, sin embargo, apenas percibía. Se desabrocha la camisa y cierra los ojos, intentando relajarse, pero la ansiedad lo corroe. Pensar que Marina estaba siendo juzgada duramente por sus propios padres lo hacía apretar los puños, cuestionándose si dejarla en casa esa mañana había sido, de verdad, la elección correcta.
— ¿Algún problema? — La voz profunda de Xavier resuena detrás de él.
Él abre los ojos y gira levemente, viendo a su padre con una bermuda azul y camisa blanca, con una expresión casual que parecía ajena a cualquier tensión.
— ¿Y desde cuándo te importa eso? — rebate, volviend