Capítulo 23: Golpes que no se ven

El estruendo de la cachetada aún vibraba en el aire cuando Ava, con el rostro ladeado y la piel ardiendo, clavó los ojos en su hermano.

Más que el dolor físico, sentía cómo una herida invisible se abría dentro de ella. El ardor no estaba en su mejilla, sino en el pecho, allí donde la decepción dejaba una marca más cruel.

—¿Estás loco? —bramó Ethan, reaccionando con furia. Se lanzó hacia Steven y le dio un puñetazo directo a la mandíbula.

El impacto hizo que Steven trastabillara y cayera de espaldas, soltando un sonoro gemido.

—Si la vuelves a tocar, te mato, ¿me oíste? —le gritó Ethan, con el rostro rojo de ira, las manos aún temblando. Su respiración era agitada, como si todo su cuerpo estuviera en guerra.

Steven se incorporó con torpeza, limpiándose la sangre con el dorso de la mano. Lo miró con desprecio y luego dirigió su mirada a Ava, con ojos duros como cuchillas.

—¿Cómo se te ocurrió, Ava? —espetó con veneno en la voz—. ¡Eres una vergüenza! ¿Eso es lo que eres ahora? ¿La puta
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