Capítulo 2 Un favor

Gabriel Cooper no sabe que muy pronto va a enfrentar el dolor por la ironía de la vida. Cuando él solo está luchando por el bienestar de la mujer amada, mientras que ella solo buscará con desesperación su propia perdición.

—Bueno, ahora me voy— dijo el hombre tomando la pequeña maleta y el portafolio apartando sus dudas e inquietudes por el comportamiento de su amada— apenas llegué a Londres te llamó.

Ella lo siguió hasta la puerta de la bella mansión y sonriendo lo despidió. Ahora su mente solo maquina las mil unas formas de ir tras de él.

—Adiós, amor mío— dijo ella sonriendo con dulzura— muy pronto nos veremos.

Él le sonrió y acarició el enorme vientre y le dio un beso apasionado como despedida.

—Te amo Ana, y amo a nuestro hijo— le acariciaba la mejilla y sus ojos se llenaron de aquella luz que él tanto ama — por favor cuídate mucho y llama a Kathy para que te haga compañía en estos días.

Ella sonrió al verlo subir a su auto.

—Adiós, mi amor— dijo ella mirando el auto partir. — Muy pronto estaré a tu lado y no le daré la oportunidad a esa estúpida asistente que solo quiere quitarme lo que es mío...

 Gabriel está conduciendo su auto a una velocidad prudencial y su mano se mueve rápido para responder la llamada que comienza a entrar.

—Bueno— dijo toscamente.

—Hola, cuñado— dijo una voz cantarina— Deyanira me llamó para avisarme que viajas para Londres...

Gabriel sonrió al oír la voz de su cuñada.

—Si, ¿podría acompañarla estos días? — preguntó el hombre algo molesto por la insistencia de su esposa—creo que el embarazo la tiene algo insegura e irritable.

Una risa se escuchó a través de la línea.

— ¿Algo? – dijo la mujer en medio de la risa. Ella mejor que nadie sabe lo imprudente y caprichosa que puede ser su idéntica hermana — jamás podré entender cómo dos mujeres idénticas puedan ser tan diferentes con respecto a las emociones. Esa niña ve mujeres quita marido en todos lados, la verdad pienso que cuando se ama no hay necesidad de traición.

Gabriel solo suspiro al oír aquellas palabras.

—Eso mismo pienso yo— dijo el hombre dándole la razón a la voz femenina— ¿podrías hacerme ese favor?

—Si, me pasaré unos días con ella y le pondré control— dijo la voz cantarían— pero ella es difícil de atar.

Él rio.

— Te estaré agradecido— dijo el hombre y bajó del auto luego le puso seguro y entregó la llave en la oficina de seguridad.

—Que tenga un feliz viaje, señor Cooper— dijo el vigilante.

—Gracias— contestó al hombre  y siguió su camino hacia el lugar donde se encuentra su sala de espera. Mientras el hombre camina compra un periódico y una taza de café.

—Cuando venga te traeré lo que me pediste— dijo Gabriel con seriedad a su cuñada.

—Oh, sí quiero a un inglés para calentarle la sangre— dijo la joven con burla — dicen que esos hombres son muy fríos....

Las puertas de abordaje se abrieron y el hombre caminó con decisión a su avión.

—Te dejo, Kathy — él la interrumpió — y espero que convenzas a mi mujer de dejar de ponerse en riesgo. No sé qué me pasaría si algo les llegara a pasar. Los amo demasiado.

A través de la línea se escuchó un largo suspiro.

—Esa mujer tiene una suerte enorme y lástima que no la valora— dijo la joven hermana gemela de Ana— ya quisiera yo que un hombre me amara, así como lo haces tú. Pero esa es la ironía de la vida. Cuando tienes algo, no eres feliz con eso y hasta luchas por perderlo.

— ¡Que la lengua se te haga chicharrón! — dijo Gabriel con burla, pero con un dejo de incertidumbre porque conociendo a su mujer sabía que ella haría lo que fuera por hacer su voluntad — yo no quiero que a ellos les pase algo malo.

—Tranquilo cuñado, que ya salgo para allá y le pondré límites.

—Eso espero — dijo el hombre abordando el avión que lo llevaría a la riqueza y lo alejaría para siempre del amor.

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