Leonardo sonrió al oírla positiva y con cariño extendió el brazo y rodeó los hombros de la joven de manera fraternal. Eso era lo más íntimo que él había llegado con ella, aunque moría por llegar a más lejos.
—No te preocupes, solo falta un poco más de tiempo y lograremos los sueños que ambos tenemos — dijo él.
Ella, al oír aquellas palabras, se emocionó y rio feliz. Y en ese mismo instante pasó un auto lujoso que se detuvo delante de ellos debido a que un autobús estaba al frente y no podía seguir avanzando.
Ella abrió los ojos llenos de sorpresa. ¿Cómo podía ser el mundo tan pequeño? Ahí estaba ese hombre que ella mal atendió esa mañana.
Se quedó en total silencio y pudo observar cómo esos ojos oscuros, penetrantes y fríos como el hielo la miraron con odio.
Su propio instinto hizo que se estremeciera y le torció la mirada como si se tratara de un horrible sapo que había visto en el camino—
—No puede ser—murmuró con fastidio—que me haya encontrado de nuevo a ese estúpido hombre.
Leona