Lía siente la presión en su pecho intensificarse con cada segundo que pasa. Desde la cabaña donde se encuentra refugiada con su hijo, puede escuchar los murmullos inquietos de los guerreros de Stormwood. La tensión en el aire es sofocante, como si el bosque mismo contuviera el aliento ante la inminente tormenta.
Einar le ha ordenado permanecer aquí, alejada del conflicto, protegida por varios miembros de la manada. Pero su instinto le dice que quedarse quieta es un error. Las sombras de la noche cubren el terreno, y la luna ilumina tenuemente el bosque que rodea la aldea. Desde la distancia, los aullidos de la manada rival resuenan como un canto de guerra.
Lía sostiene a su hijo contra su pecho. Su pequeño duerme, ajeno a la amenaza que se cierne sobre ellos. Su corazón martillea con fuerza en su pecho. No puede seguir esperando. No cuando sabe que la manada enemiga ha venido por venganza. No cuando sabe que su hijo es su objetivo.
—No puedes hacer esto, Lía —dice una voz a su lado. E