De reojo, Teo notó que Hannah tenía la mano cerrada en un puño rígido sobre el regazo.
—¿Estás bien? —preguntó.
Ella giró la cabeza hacia él y le dedicó una mirada gélida, nada amistosa.
—La próxima vez que intentes algo así, asegúrate de avisarme con anticipación.
—Lo tendré en cuenta.
Hannah abrió su bolso y, segundos después, se colocó los audífonos mientras fijaba la vista en la ventanilla. Se obligó a concentrarse en las líneas de su libreto, repitiéndolas en silencio como si fueran un mantra. No iba a pensar en ese beso, ni en lo demasiado bien que se había sentido. No era la primera vez que besaba a alguien por trabajo, y aquel no tenía por qué ser distinto. Pero, maldita sea, Teo sabía usar demasiado bien su boca.
En la agencia, él volvió a adelantarse para abrirle la puerta. Le tendió una mano y, aunque ella la aceptó, la soltó tan pronto estuvo de pie. Sin intercambiar palabra, caminaron juntos hacia el ascensor y subieron hasta el penúltimo piso.
—Hannah —la recibió su asi