Caminé rápido hasta el sitio y me senté nerviosa, observé a todos lados, sin mencionar una sola palabra, él hizo lo mismo, pero viéndome solo a mí, hasta que finalmente escuché una voz, volteé de prisa en dirección a la cocina, solo esperaba ver a Lucrecia.
— Buenos días, señorita — Dijo una señora bastante mayor, tras que entré en la cocina
— Buenos días — Contesté con una gran sonrisa, me daba aliento saber que no estaba sola, que en casa había alguien que no iba a tratarme mal, que aunque no fuera Lucrecia, se miraba amable y que cuando ella estuviera Eduardo no se comportaría como un patán.
— Que hermosa que es — Contestó la señora mirándome con ternura, que evitó que finalizara mi saludo.
— Muchas gracias — Dije contenta, su miraba me transmitía paz.
— Eduardo me ha pedido que le diera jamón, queso y pan, que es lo que a usted le gusta desayunar, pues es española — Afirmó la señora mientras colocaba el plato en una pequeña mesa que estaba en la cocina. Ella también hablaba e