DANIELA MOLINA
Lucas y yo bajamos la guardia, aunque el escándalo entre él y Gabriel continuó. Ya pasaron dos días y en las noticias aún hablan de ellos. Lo peor es que, a veces, inventan cosas, y la situación se está volviendo insostenible. Los socios llaman, algunos empresarios han terminado contratos y ambos parecen cada día más estresados.
—¿Puedo pasar? —le digo entrando con un café para él—. Te traje café, sé que lo necesitas.
—Gracias, cariño —toma mi mano y me sienta en sus piernas, mientras acaricia mi vientre como de costumbre—. Va creciendo —comenta con una sonrisa.
—Lo sé, mi espalda lo nota todos los días.
—¿Te duele la espalda? —pregunta preocupado.
—Sí, pero es normal. Cariño, estoy cargando a una bebé, no es tan fácil.
—Lo sé.
La puerta se abre de golpe y, de inmediato, mi sonrisa se borra al ver a la persona parada frente a nosotros.
—Lárgate de aquí —esa señora me tiene cansada.
—¡No le hables así! Te prohíbo que trates de esa forma a mi pareja y madre de m