Mundo ficciónIniciar sesiónMariana es una joven bailarina cubana de veintitrés años que emigró a Estados Unidos y ahora trabaja como camarera en la cafetería de su tío con la ayuda de su primo Ricardo. En Miami, conoce a Franco Rizzo, el propietario de la famosa Casa Club "Vitale" en Nueva York. A través de manipulaciones y juegos, Franco convence a Mariana para que trabaje con él. La joven se adentra en el mundo de este hombre poderoso y firma un contrato que la obliga a bailar solo para él, descubriendo sus facetas más ardientes. Mariana se da cuenta de que su arte y la belleza de sus pies están destinadas no al público, sino a aquel que la introdujo en el mundo de la sensualidad. Las cosas se complican cuando una persona inesperada desarrolla una obsesión por Mariana y comienza a intervenir en su vida. Aquí es donde se plantea la pregunta: ¿valdrá la pena para Franco Rizzo arriesgarlo todo por la latina que cambió su vida?
Leer másMarianaCuando Isa se va, la puerta se cierra con un golpe seco y el departamento queda en silencio. Siento el peso de todo lo que cargué esta semana, los mensajes sin responder, las llamadas perdidas, la culpa, el enojo… y el miedo. Antes de que pueda reaccionar, tocan la puerta otra vez.Es Franco.—Ábreme, por favor —su voz suena grave, contenida, distinta.Yo no respondo. Me quedo quieta, agarrando el borde del sofá como si así pudiera controlar todo lo que siento.—Sé que estás ahí. Solo… escucha.Doy un paso atrás. No quiero verlo, no sé si aguantaría. Pero tampoco soy capaz de alejarme de la puerta.—Lo del club no fue lo que tú crees —dice, y escucho cómo respira fuerte, como si fuera difícil para él seguir—. Esa mujer se me pegó porque quería que la llevara a la oficina del dueño… No la invité yo. No la toqué. No… —hace una pausa, como si tragara orgullo— no estuve con nadie esa noche. Solo quería sacártela de encima.Mis ojos se llenan de agua.—Y te esperaba afuera, como un
MarianaLa llamada suena y suena, haciendo eco en todo el apartamento como si me aplastara el pecho. No sé cuántos segundos pasan, pero finalmente la pantalla se apaga y la habitación vuelve a quedar en silencio.No contesto, no puedo y no quiero.Lo pongo en modo silencio, lo dejo boca abajo en la mesa y respiro hondo, tratando de mantenerme entera. Pero ya estoy rota. Y lo peor es que él ni lo sabe.Al día siguiente amanezco con los ojos hinchados y un dolor de cabeza que parece que me parte en dos. No voy al club. Ni pienso ir. Me quedo en la cama, mirando el techo, abrazando la almohada como una niña. No tengo fuerzas ni para llorar.Franco escribe, llama, escribe otra vez, y yo ignoro todo. Lo bloqueo, luego lo desbloqueo, pero igual no respondo. Me convenzo de que lo mejor es alejarme. Que ya sabía que esto iba a terminar mal. Que nunca debí mezclar mis sentimientos con un hombre que vive en un mundo que no es el mío. Pero aun repitiéndomelo mil veces… duele.Pasan dos días. Lue
Mariana La foto me cae como un balde de agua fría. Franco… besando a otra mujer en la entrada del club. Ella, altísima, flaquita, con un vestido rojo pegado que parece pintado en la piel. Él tiene la mano en su cintura, y ambos están demasiado cerca. Demasiado.Siento que me arrancan algo del pecho. Me quedo clavada mirando la pantalla mientras las lágrimas me nublan la vista.Isa vuelve a escribir:Isa:Te dije que no eres la única.Trago en seco. Me limpio las lágrimas con la parte de atrás de la mano, pero siguen cayendo, no sé si por rabia, por celos, o por decepción. Quizá por todo.—No puede ser… —susurro, sin voz.¿Esto era lo que Franco “protegía”? ¿Venir a besarme y luego ir directamente al club a enredarse con otra? Qué estúpida soy. Qué ingenua. Claro que un hombre como él no se quedaría con una chica inmigrante que trabaja en una cafetería. Yo solo era… bueno, lo que siempre pensé: un contrato, un baile, un rato.La mano me tiembla tanto que casi se me cae el teléfono. Me
MarianaNos quedamos viéndonos fijamente después de un intenso beso. Nuestras respiraciones se mezclan y desliza su pulgar por mi labio inferior para susurrarme despacio: —¿Quieres que me quede aquí contigo hoy? Por un momento pensé que me diría que me quería, que me pediría ser su novia y que se estaba enamorando de mí, no sé, alguna cursilería de novela que estoy acostumbrada a leer. Pero no, solo le importa el sexo y nada más. Estoy cansada de que me tome como un objeto sexual sin más, y que de ser su bailarina haya caído en esto. ¿Cómo no pude darme cuenta antes? ¿En serio llegué a este punto para darme cuenta de las cosas? A ver, a ver, Mariana, piensa, dónde tenías la cabeza. Me he dejado llevar todo este tiempo por un amor platónico ¿y qué he ganado con eso? nada, absolutamente nada. Pensé que me tomaría en serio, Pero quizá estoy siendo demasiado optimista ¿no? —¿Eso es todo lo que tienes por decir? Se queda perplejo mirándome, como buscando algo en mi rostro. —¿Quieres q
MarianaObservo la pantalla de mi laptop con una sonrisa radiante. Las videollamadas con mi madre y mis hermanas son los momentos más esperado de la semana. En la pequeña ventana de la pantalla, veo mamá, con el cabello recogido y una expresión de amor incondicional. A su lado, mis hermanitas pequeñas se pelean por espacio en el cuadro, cada una queriendo compartir su día primero.—¡Ya casi tengo todo el dinero necesario para traerlas a Estados Unidos! —anuncio con entusiasmo, sintiendo un calor reconfortante en mi pecho al ver las expresiones de felicidad y alivio en los rostros de mi familia.—¡Ay, hija, eso es una bendición! — respondió mamá, con los ojos brillando de emoción—. Estamos tan orgullosas de ti. Sabemos que no ha sido fácil.—Te extrañamos tanto, Mari —dice Karla, la más bajita, con una mirada tierna—. No veo la hora de estar allá contigo.Kamila asiente vigorosamente: —¡Sí, queremos estar todas juntas otra vez!La conversación fluye con naturalidad. Hablamos de las últ
Franco:El rojizo de sus mejillas me hace perderme por unos segundos. Se ve preciosa cuando me observa con la intensidad que lo hace ahora. Mariana es la representación de todo aquello que deseo en una mujer, pero no estoy seguro de entregarme por completo a algo que vaya más allá de lo que tenemos en este momento. Me asusta que todo esto no sea más que un juego mutuo cargado de pasión y coraje, pero a la vez, rehuyo a la posibilidad de que alguno de los dos, o ambos, terminemos confundiendo las cosas.«¿Confundiendo qué exactamente?». No pretendo que me ame, tampoco he pensado hacerlo por ella, pero demonios, ¿Cómo reusarme a algo que pasará inevitablemente? Somos adultos, lo suficiente para entender a lo que nos llevará toda esta revuelta física y emocional en la que nos hemos involucrado. No quiero que esto llegue a más... ¡¿Joder a quien engaño?! ¡¿Qué deseo realmente?! —Sé que lo pone el contrato, pero me inquieta que no hayas transferido el pago antes —declara y frunzo el en





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