capítulo 36

Mientras tango

En el cuarto de arriba, Luciana estaba terminando de colocarse el vestido. Su silueta se dibujaba con elegancia en la tela blanca con encaje bordado a mano. Todo era hermoso. Perfecto. Irreal.

Justo entonces, escuchó un suave golpe en la puerta.

—¿Luciana? —dijo una voz masculina conocida.

—¿Diego?

Ella dio media vuelta y, al recibir el permiso, Diego Cruz entró. Vestía un traje oscuro perfectamente entallado y su sonrisa, esa que recordaba de la adolescencia, era la misma. Solo que ahora era más hombre, más alto, más… imponente.

—Te ves hermosa, princesa.

Luciana se acercó a él y lo abrazó con fuerza. Hacía años que no se veían, pero los recuerdos regresaron como una avalancha.

—¿Cuándo llegaste?

—Esta mañana. Pero recién pude escaparme. Ya sabes cómo es esto.

Ambos se miraron, compartiendo una risa cargada de nostalgia. Pero Diego, con un brillo triste en los ojos, murmuró:

—Creo que me demoré mucho en ir por ti.

Luciana bajó la mirada, tocándose la falda
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