4 "Por fin nos encontramos"

Se levantó con la finalidad de poner un alto a sus pensamientos y fue a la cafetería más cercana por un sándwich, esta vez preferiría el café, el de la zona era una autentica delicia. No le gustaba que la juzgaran por su apariencia, pero a veces tenía sus ventajas. Varios se hicieron a un lado al verla llegar para darle sitio en el mostrador donde nadie hacía fila y todos se agolpaban vociferando y exigiendo sus pedidos. Un joven y agobiado camarero pareció iluminársele el rostro al verla y la atendió inmediatamente provocando las quejas de otras mujeres que estaban cerca. Ella les sonrió un tanto fastidiada por las miradas y atenciones no pedidas de algunos de los hombres.

Yo te invito…

Siéntate a mi mesa…

Le decían y ella sin hacer caso se alejó con su comida. Al llegar a su asiento cayó en la cuenta de que reaccionaba normal a las atenciones que antes la agobiaban demasiado o la enfadaban. Sí señor, Oscar era el pasado. Se sintió feliz y la noche no le pareció tan fea comió con apetito y de pronto se sintió observada, sensación que sintió desde que estaba en la cafetería, pero era normal, a donde mirara había mucha gente. Ya alucinaba se dijo, observó la lluvia caer sobre los cristales de la sala de espera y vio una joven pareja que estaba cerca de ella. La chica llevaba flores en la mano y su mente divagó de nuevo, al pasado, a Grecia, a aquellos días. Estar sin hacer nada no le ayudaba a detener su mente de esos recuerdos.

Grecia tiempo atrás…

Son para usted – Le decía el hombre de la recepción de su hotel señalándole un inmenso ramo de diversas flores – Acaban de llegar, enseguida lo suben a su habitación, tome la tarjeta. – Y le extendió la pequeña tarjeta que simplemente decía:

Nunca había visto patear así a una mujer, tampoco un par de piernas tan hermosas. Nos veremos pronto. S.T.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo al leer esa nota. Sabía que era de él. El ladrón la había seguido. Hacía dos días que ella había salido corriendo lejos de él. Junto con el temor le vino la rara sensación de satisfacción y el deseo de verlo de nuevo. El sentido común predominó y le dijo al recepcionista:

Esto me lo ha enviado un delincuente.

¿Cómo dice? – Preguntó el hombre con cara de espanto.

Le digo que esto me lo ha enviado un delincuente y debo de llamar a la poli…

Está usted equivocada señorita – La interrumpió – El hombre que trajo esto es empleado de los Troyanos.

¿Quiénes son esos? – Preguntó con desconfianza.

¿No lo sabe? – Dijo con la misma cara de espanto.

Si lo supiera ¿le preguntaría? – Le dijo cínicamente.

No, claro que no – Se aclaró la garganta – Los Troyanos son una de las familias más conocidas y ricas del País. – Le dijo con pompa.

Ajá – Se limitó a contestar. - ¿Cómo está tan seguro que es empleado de los Troyanos el que trajo esto?

Porque lo conozco señorita.

¿Tan pequeño es Atenas que todos se conocen? – Le dijo desconfiada.

Este Hotel es de la familia Troyanos. El empleado lo conozco por que trabaja aquí y a él se le encomendó traer las flores de parte del Señor Troyanos.

¿Me envió flores un hombre casado? – Preguntó ella en voz baja.

Claro que no – Dijo el recepcionista poniendo los ojos en blanco y haciendo que ella quisiera zarandearlo – Sólo hay un señor Troyanos y es soltero. Stefano Troyanos…

Presente…

Movió la cabeza para alejar los recuerdos ¿Qué le pasaba? Ese día no había hecho otra cosa que recordar, lo hacía con frecuencia, pero casi siempre lograba alejar los pensamientos. La llamada de Allyson había desencadenado todo eso, sabía que sería difícil salir de la casa de Ally sin toparse o ver a Stefano. Tenía dos años que no lo miraba a excepción de lo que se enteraba por los diversos medios. No es que ella buscara saber de él es como si todo lo relacionado con él la buscara a ella. Se levantó del asiento y caminó de un lado a otro para no quedarse entumecida. Empezaba a bajar la temperatura más aún y ella empezó a sentir algo de frío a pesar de la ropa abrigadora que llevaba. La calefacción brillaba por su ausencia, al parecer habían tenido problemas eléctricos también por la tormenta. Se frotó los brazos para darse calor y enfocó nuevamente la mirada en la lluvia, iba a ser una noche larga, muy larga. Pasados varios minutos ella seguía completamente abstraída en ver las gotas caer sin piedad. El cansancio empezó a hacer mella en ella y sintió que los ojos se le cerraban de agotamiento. Un hombre se le acercó.

Hola preciosa ¿hace mucho frío eh? – Le preguntó en inglés.

No entiendo lo que dice – Le respondió ella en español. Aunque ella dominaba ese idioma no quería tontear con ese hombre.

¿No eres americana? – Preguntó de nuevo y tontamente en inglés.

Ella le lanzó una mirada que esperara entendiera como confusa y lo alejara. Pero al parecer el hombre estaba muy a gusto a su lado.

– Le dijo ella en inglés y se alejó. Pero el hombre la siguió. Provocando que ella le lanzara una mirada helada.

¡Eh preciosa! Nos podemos entender bien. – Le dijo resuelto.

Lo dudo, quiero estar sola. Aléjese por favor – Contestó obligándose a hablar en inglés.

Pero… - iba a replicar cuando un murmullo llamó la atención de ambos. - ¿Qué sucede? – Preguntó curioso y ella aprovechó para alejarse. El hombre la vio a tiempo y no se apartó para que ella pasara.

Hágase a un lado. – Dijo secamente Jackie.

El hombre no contestó porque el murmullo y exclamaciones de los demás pasajeros ocuparon de nuevo su atención. Esta vez Jackie también se sintió intrigada, quizás ya había vuelos disponibles. De pronto sintió algo extraño, como si presintiera algo. Se apartó del hombre y este quedó viendo hacia una pequeña multitud con la boca abierta. Jackie no se molestó en comprobar que lo había puesto así y se alejó con paso rápido a su asiento. No había nadie más sentad, todos se congregaban en la pequeña multitud. Ella sacó un libro y decidió ponerse al día en la lectura. Era una interesante novela que no había podido terminar.

No tenía idea que podía llamar la atención de los demás, pero no quiso averiguarlo, el cansancio podía más, a pesar de ello prefirió leer para no quedarse dormida.

De pronto dio cuenta que los murmullos, las conversaciones, las risitas tontas de las mujeres que estaban cerca de ella. Empecinada siguió leyendo. En eso un aroma familiar la envolvió y se le puso la piel de gallina, ese aroma, tan masculino, tan embriagador, tan suyo… No lo había olvidado su mente ¿Sería posible que...? Una enorme figura se puso frente a ella y Jackie tragó saliva, con renuencia, miedo, anticipación y sumamente nerviosa alzó la vista. Se quedó momentáneamente hipnotizada al ver de nuevo de cerca a ese ejemplar sublime del género masculino. ¿Por qué lo miraba más guapo que nunca? Su cerebro empezó entonces por fin a trabajar y le recordó que ella no tenía por qué estar cerca de ese hombre, no tenía por qué estar siquiera en el mismo País. Haciendo acopio de todas sus fuerzas pues se sentía desfallecer y al mismo tiempo más viva que nunca, cerró el libro y le dijo:

¿Ahora vienes con circo incluido? - Dijo haciendo referencia a su equipo de seguridad y a casi toda la gente que estaba en el pequeño aeropuerto y que lo seguía como abejas a la miel. Hombres incluso se sentían impresionados por él. Las mujeres simplemente estaban en perpetuo shock. Lo vio esbozar una lenta y sensual sonrisa y ella sintió que se convertía en una masa gelatinosa.

Hola Jacqueline – Dijo simplemente – Cuanto tiempo…

¿Qué haces aquí?

Qué maravillosa coincidencia ¿No crees?

¿Coincidencia? Que te lo crea tu abuelita.

No, ella tampoco me creería ¿Has pensado en trabajar para la CIA?

¿Cómo dices? – Preguntó confundida.

Eres más escurridiza que un gato, difícil de localizar.

Lo sé. – Dijo Jackie con una ancha sonrisa.

Pero al fin nos encontramos…

Stefano Troyanos arrogante, despiadado en los negocios, con instinto letal, cerebro privilegiado y poseedor de una fortuna inmensa que le bastaría para vivir 10 vidas con el esplendor de un rey y le seguiría sobrando el dinero. ¿Guapo? No. Hermoso sería la palabra adecuada para describirlo, con un maldito encanto sobrehumano cuando así lo quería, carismático y protagonista de las fantasías de quien sabe cuantas mujeres. Ese era Stefano, hacía lo que quería cuando lo quería y como él quería. Sin importar las consecuencias o los corazones rotos que dejara a su paso. Y ella era uno de esos corazones rotos. Recordó con dolor. El apuesto Stefano se había presentado de la nada en el Hotel aquella vez en Grecia y aún sin verlo ella ya había sentido que algo estaba distinto. Odiaba saber dónde estaba aún sin verlo, era indicativo que lo que ese hombre le hacía sentir no entraba en lo normal.

Después de la esclarecedora conversación con el recepcionista del Hotel, ella había decidido marcharse de allí, había ofendido a un hombre que no tardaría en aparecer para demandarla o algo peor, las flores seguramente eran una especie de regalo de advertencia, así como indicativo de que él ya sabía quién era ella ¿no? Así que eso fue lo que intentó, pidió la cuenta y que subieran por sus maletas, pero pasaron los minutos y nadie iba por ellas. Cuando enojada arrastró las maletas a la puerta de su suite esta se abrió de improviso y ella ocupada en su tarea no alzó el rostro, solo se limitó a hablar enfadada al botones ignorando la advertencia que le dio su cuerpo.

Ya era tiempo de que apareciera ¿no le parece?

Opino exactamente lo mismo – Le dijo una voz masculina y profunda que le provocó escalofríos – Pero he estado demasiado ocupado.

Jackie soltó las maletas y lentamente se incorporó a observarlo. Lanzó una mirada calculadora hacia la puerta y él advirtiendo eso sonrió divertido y la cerró suavemente para apoyarse después indolentemente sobre la puerta.

¿Planeando otro escape fantástico?

Algo así – Admitió ella

Lamento estropearlo.

Me quedan las ventanas como opción.

No es buena idea. Estamos en el piso 12.

Siempre hay cornisas y balcones – Dijo resuelta intentando que su presencia no la dejara tartamuda.

Es cierto. – Concordó él frunciendo el ceño – Y no dudo que lo harías.

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