El sol de la tarde entraba por las amplias ventanas de la sala, bañando todo con una cálida luz dorada que hacía resplandecer los muebles de madera clara y las paredes decoradas con fotografías familiares. Avy observaba a sus hijos con una sonrisa que no podía contener. Aquella hora de juegos había empezado como algo improvisado, pero pronto se convirtió en un momento que quedaría grabado en su memoria.
Aline, con apenas dos y medio años, había encontrado un par de tacones en el armario de su mamá y, aunque le quedaban enormes, se esforzaba por caminar con elegancia, imitando a las modelos que había visto en el evento reciente. Aron, con una chispa traviesa en los ojos, se había apropiado de las gafas de su papá y caminaba de un lado a otro gesticulando como si estuviera en una importante reunión de negocios. Max, el mayor, siempre con un aire tranquilo y reflexivo, había decidido armar un conjunto que combinaba unos pantalones cortos y un suéter que llevaba sobre los hombros, imitand