Capítulo 8: Entregado

Guille

Después de cenar, me levanté automáticamente y llevé los platos al fregadero.

Era algo que siempre hacía sin pensar. Pero antes de que pudiera abrir el grifo, sentí una mano suave interponiéndose en mi camino.

—Déjame a mí —dijo Gala, con una sonrisa.

—¿Segura? —pregunté, arqueando una ceja.

—Por supuesto. ¿Qué tan difícil puede ser?

Me aparté, curioso. La vi tomar la esponja con una seguridad un tanto frágil, abrir el agua demasiado fuerte y en cuestión de segundos el fregadero parecía una tormenta en miniatura. El jabón resbalaba, los platos se chocaban y cada movimiento de Gala era más torpe que el anterior.

Yo no aguanté y solté una carcajada.

—Demonios, princesa… ¿de verdad jamás lavaste un plato?

Ella se congeló, todavía con la esponja en la mano. Bajó la mirada, y la sonrisa se me borró de golpe.

Me acerqué enseguida y la rodeé con mis brazos por atrás.

—Lo siento —murmuré junto a su oído—. Solo era una broma.

Sentí cómo suspiraba contra mi pecho.

—No, es que… jamás lo
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