Gala
Alguien me jalaba hacia atrás, hundiéndome entre la multitud. No era Pedro, no era Julieta. Un agarre duro, desconocido, me obligó a girar.
Solo alcancé a ver la silueta de un hombre a mi lado, sujeta a mi brazo con fuerza, mientras Guille lanzaba su primer golpe en el ring, sin saber lo que ocurría entre las sombras.
Mi brazo ardía dónde la mano me apretaba. Todo ocurrió demasiado rápido.
El ruido del Galpón; los gritos del público y la campana del ring, fueron la cortina perfecta para silenciarme.
—¡Suéltame! —protesté, intentando resistirme.
Pero el agarre era brutal. Me empujaron por un pasillo oscuro hasta chocar contra una puerta metálica. El hombre la abrió de un golpe y me lanzó adentro. El olor a humedad y cloro me golpeó: estábamos en un baño, frío, con las luces parpadeando.
Lo vi de frente entonces. Héctor.
Sus ojos estaban cargados de rabia. Su postura era la de un gorila a punto de destrozarlo todo.
—Por fin a solas —escupió, cerrando la puerta tras de sí y bloqueán