112

capítulo 112

Marco entró en la antigua mansión de los Rossy, ese lugar donde el tiempo parecía haberse detenido. El eco de sus pasos sobre el mármol frío resonaba con la misma fuerza que los recuerdos que lo perseguían cada vez que cruzaba esas puertas.

Sabía que la conversación que lo esperaba no iba a ser sencilla. Solo necesitó ver la mirada severa de su abuelo para confirmarlo. Anghelo debía haber pasado por allí antes, sembrando su acostumbrada cizaña.

El anciano estaba sentado en su sillón de cuero, erguido, con la mirada fija en él. Su sola presencia imponía respeto.

—Espero que no hayas venido a dar justificaciones —dijo sin siquiera esperar a que Marco hablara—. No fue así como te enseñé a comportarte.

Marco respiró hondo, conteniéndose.

—No necesito justificarme, abuelo. Las cosas no son tan simples como parecen.

El anciano entrelazó las manos sobre el bastón, su voz sonó firme y cargada de decepción.

—Marco, estuve de acuerdo con que te casaras con la chica que te gustaba,
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