La decisión se siente como una daga en el pecho, pero la sostengo firme, sin titubeos. Llevo días con la certeza de que no hay otra salida, y aunque una parte de mí grita de miedo y repulsión, la otra se viste de acero. No soy una niña indefensa, ya no. Soy una loba herida, dispuesta a todo por proteger lo que me queda. Y si tengo que ensuciarme las manos, si debo jugar el papel de presa para ser la cazadora, entonces lo haré. Después de todo no sería la primera vez.
Esa mañana hablé con Clara. La vi palidecer apenas pronuncié las palabras que ardían en mi garganta:
—Es ahora o nunca. Si no hago algo, ese hombre nos va a destruir.
—¿Y qué haremos?
—Tú nada, yo sí —dije firme. No estoy dispuesta a meterla en esta parte del plan. Clara es una persona demasiado buena como para verse comprometida con un crímen de esta magnitud.
—Estamos juntas en esto.
—Lo sé, y sí aceptaré tu ayuda, pero solo para que te alejes lo más que puedas.
—Aria por favor...
—Clara —pronuncié su nombre con dur