Luna no logró conciliar el sueño en lo absoluto, en un lugar desconocido, por lo que pasó la noche entre el sueño y la vigilia. Pronto, sonó el timbre del servicio de despertador del hotel.
Cuando se levantó de la cama, se dio cuenta de que Gloria ya había terminado de cepillarse los dientes y se estaba peinando frente al espejo.
Luna se sentó en la cama con las ojeras, luciendo muy cansada.
Gloria la miró a través del espejo y le recordó:
—Hoy tenemos que ir a la academia para registrarnos, no lo olvides. ¿Sabes en qué clase estás?
Luna apretó un poco el ceño adolorido y respondió con voz sin energía:
—Sí.
—Está bien, así que no te acompañaré. Si te pierdes, puedes llamarme.
Luna aceptó:
—De acuerdo.
Gloria se maquilló un poco para cubrir las pecas en su rostro y se puso unas gafas de montura negra. Miró con rapidez la tarjeta de la habitación en la mesa, vaciló por un momento y finalmente la tomó, guardándola en su bolsillo. Luego salió con su mochila.
Cuando salió de la habitación,