Tras varios intentos fallidos, una inesperada llamada interrumpió su mediodía.
—Hola, Sofie. Hemos revisado tu solicitud, y estamos interesados en tu perfil. Necesitamos a alguien dispuesto a trabajar en un ambiente dinámico y lleno de vida. Requiere de un código de vestimenta, al cual nuestros clientes están acostumbrados. —Hizo una pausa, y, con un tono intencionalmente neutral, añadió—: Es esencial que las empleadas vistan con ropa algo… atrevida. Eso ayuda a atraer al público, y, por supuesto, garantiza que complementes tu paga con unas excelentes propinas.
Sofie sintió un nudo en el estómago, y, automáticamente, apretó el teléfono, mientras su mano libre temblaba ligeramente. La idea de trabajar en un sitio como ese la hacía sentirse expuesta, vulnerable, e, incluso, ridícula. Pensando en esto, no pudo evitar recordar los días en los que tenía un empleo en una oficina y lo bien que se sentía al llegar a casa con la cabeza en alto.
Sin embargo, el costo del tratamiento que tal vez