Ingrid se encontraba en la fila del check-in cuando los vio. Katrine y Lukas irrumpieron en el aeropuerto como un vendaval, con el rostro desencajado y la mirada clavada en ella con una intensidad que la hizo estremecer. Por un instante, el tiempo pareció congelarse. Su corazón golpeaba con violencia contra su pecho, pero no podía permitirse mostrar miedo.
—¡Ingrid! —rugió Katrine, avanzando como una tempestad desatada, su voz cortando el aire como un trueno.
Ingrid apretó los dientes con tanta fuerza que su mandíbula dolió. Sosteniendo a Tobias con desesperación, dio un paso atrás, aferrándose a él como si su vida dependiera de ello.
—¡Aléjense de mí! —vociferó, su voz temblando por la tensión—. ¡No voy a dejar que me lo quiten! ¡Él es mi hijo! ¡Por favor, hagan algo! Esta mujer y este hombre están completamente locos —gritó, mirando a su alrededor—, ¡quieren quitarme a mi hijo!
—¡No es tu hijo, Ingrid! —exclamó Katrine, con los ojos anegados en lágrimas y la voz entrecortada por la