Narrador
Los pequeños buscaban a Milena desesperadamente. La puerta principal estaba entreabierta y, justo en la entrada, había una caja que les provocaba un escalofrío en la piel. El corazón de los niños latía con fuerza. Nerviosos, marcaron rápidamente el número de su padre, pero este no contestaba.
Jader caminaba por todos lados sin rumbo, con la desesperación reflejada en su rostro.
—¿Será que fue a la pulpería? —preguntó, intentando encontrar una explicación lógica.
—No, no lo creo… —respondió Jade con firmeza—. Tengo un mal presentimiento. Milena jamás dejaría la puerta abierta ni se iría a la calle sin avisar. Ella no es irresponsable ni desobligada.
Jader asintió, reconociendo que su hermana tenía razón. Sin embargo, la ansiedad se acrecentaba. La tarde empezaba a caer, y la oscuridad avanzaba poco a poco, envolviendo la casa en un ambiente más inquietante. Jade, cada vez más nerviosa, intentaba nuevamente comunicarse con su padre, pero él seguía sin contestar.
Fue entonces cu