Samuel estaba nervioso, ansioso. Había tomado la decisión de declararse a Lis. Si no hablaba ahora, sabía que siempre encontraría una excusa para posponerlo. Sentía que debía hacerlo de una vez por todas, antes de que Lis encontrara otro amor y él quedara atrás, perdiendo la oportunidad una vez más.
Cuando Lis abrió la puerta, Samuel se quedó sin aliento. Ella estaba más hermosa que nunca, y no podía controlar la mirada de admiración que se fijaba en ella. Cada vez que la veía, su corazón se aceleraba.
—Hola, Samuel —lo llamó Lis, con una sonrisa suave—. No te esperaba…
Samuel no pudo apartar los ojos de ella. Estaba radiante, con un vestido largo que resaltaba aún más su elegancia, y, en su mente, no podía dejar de pensar en los pechos prominentes que el embarazo le confería.
—¡Oh! Claro… lo siento. —La voz de Samuel salió más ronca de lo normal—. Estás hermosa, Lis, como siempre.
Se acercó y la besó, un gesto breve pero lleno de sentimiento. Lis le dio paso para que entrara.
—Espero